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50 años después: el legado de la Reforma Agraria

Por Andrés Zaldívar, Presidente del Senado

27 de julio de 2017

Imagen foto_00000002Hablar de la Reforma Agraria es recordar vivencias importantes de los inicios de mi vida política. En mi calidad de subsecretario de Hacienda, me correspondió participar en su diseño, y al tiempo después, cuando era biministro de Hacienda y Economía, tuve que liderar los temas relativos al financiamiento.

 

Por lo tanto, pude dimensionar desde muy cerca la trascendencia de ese cambio de paradigmas al que nos enfrentábamos como país y que, si bien se inició durante el gobierno de Jorge Alessandri, fue en la administración de Eduardo Frei Montalva cuando se consolidó como una real transformación cultural, social y productiva.

 

 ¿Qué es lo más destacable de la Reforma Agraria que vivió Chile?

 

Contra lo que algunos creían en ese momento, no se trataba de expropiar por expropiar, ni de arrebatarles a los terratenientes lo suyo así como así. Lo que se buscaba era corregir un obstáculo tremendo para el desarrollo del país: la existencia de grandes latifundios mal explotados o simplemente abandonados, en los que no había producción alguna. Paralelamente, teníamos más de tres millones de campesinos viviendo al margen del desarrollo, sin acceso a la educación ni a la movilidad laboral, subsistiendo en condiciones paupérrimas bajo un sistema de inquilinaje en el cual todo dependía del dueño del predio.

 

Redistribuir esas tierras implicaba introducir una cuota de justicia social a la estructura de propiedad, dignificar a la gente del campo y modernizar la agricultura, mejorando la producción de alimentos para que el país pudiese autoabastecerse y dejara de depender de las importaciones. Sí, paradojalmente, teniendo grandes extensiones cultivables, suelos de calidad, un clima benéfico para los cultivos y mano de obra suficiente, Chile debía comprar productos agrícolas afuera para alimentar a su población.

 

El lema de la Reforma, “la tierra para el que la trabaja”, tenía en ese contexto un significado profundo, atravesado por una mirada claramente progresista en una sociedad que llevaba siglos aplicando un modelo anquilosado, que beneficiaba a unos pocos en perjuicio de muchos.

 

Se puede decir que la agricultura familiar campesina nació de la mano de la Reforma Agraria. Asimismo, en el contexto de su implementación se crearon la CORA y el INDAP y se promulgó la Ley de Sindicalización Campesina. También surgieron nombres que hicieron historia, como Hugo Trivelli, ministro de Agricultura, y Rafael Moreno, vicepresidente de la Corporación de la Reforma Agraria, los grandes artífices de este proceso; luego estuvieron Jacques Chonchol, Pedro Hidalgo y otros que creyeron en ese gran cambio y se la jugaron por él. Qué mejor ocasión que ésta para hacerles un merecido reconocimiento.

 

Hoy, a exactamente medio siglo de la publicación de la ley que buscó transformar una estructura agraria inadecuada e injusta, es preciso detenerse un minuto a reflexionar sobre su impacto y sus enseñanzas. Y, para ello, no es necesario recurrir a libros de historia ni remontarse a los archivos de los años 60. Basta con pararnos en una región como la que tengo el honor de representar, que es predominantemente agrícola, y conversar con los campesinos. Con los de aquella época, con sus hijos, incluso con sus nietos.

 

En otras palabras, con aquellos hombres y mujeres que nacieron en el campo y han vivido siempre de las riquezas que la tierra les provee; con esas familias que por fin pudieron sentir que estaban trabajando para ellos mismos; que recibieron las herramientas para que el trabajo de sus manos les diera frutos; que tuvieron la oportunidad de formar parte del desarrollo de su país, de educar a sus hijos y de mejorar ostensiblemente sus condiciones de vida, liberándose de un sistema oprobioso, que muy pocas diferencias tenía con la servidumbre.

 

Sin duda, hay que aprender de los errores que se pudieron haber cometido al implementar un proceso de esa envergadura, para seguir transitando hacia la modernización de la agricultura chilena en un marco de mayores oportunidades y menor desigualdad, sin olvidar las lecciones del pasado y los desafíos del futuro.

 

Sobre todo hoy, en que algunos sectores quieren volver a imponer la lógica de mercado en muchos terrenos, debemos pensar en lo que la Reforma Agraria significó en su momento. Y así, entre todos los que creemos en una sociedad más justa, defender el derecho de la gente del campo a ser parte plena de nuestra querida tierra chilena.

 

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