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A recuperar el manto vegetal, la piel del país

Por Antonio Horvath, senador por la Región de Aysén

7 de junio de 2013

Imagen foto_00000014En el marco del estudio del proyecto sobre incentivos a la forestación, parto compartiendo con ustedes que el problema ambiental más importante que sufre nuestro país es la erosión y desertificación, que compromete a 48 millones de hectáreas -es decir, estamos hablando de cerca del 60 por ciento de la superficie del país-, y esto hace que ninguna región de Chile esté ajena a este problema.

 

Y esto no es de curso reciente, en procesos de colonización se produjeron muchos incendios, y hay en algunos casos que incluso eran incendios institucionales, porque para darles títulos les exigían a los colonos tener sus hectáreas o campos “rozados”, así con zeta, es decir, quemados. Porque en esa época no había un aprovechamiento forestal, no había caminos ni tecnología como para hacerlo de otra manera.

 

A principios del siglo XX llegan, en el Gobierno de Balmaceda, importante científicos y naturalistas de Europa, algunos de ellos de origen alemán, como el geógrafo Juan Steffen; Federico Albert, Federico Hanssen, Federico Johow. El caso de Federico Albert es digno de destacar, porque hace un trabajo importante para activar la conciencia chilena de esos años en la protección de flora y fauna, que era sistemáticamente diezmada y hace algunos proyectos señeros en cuanto al freno de estos procesos de erosión y desertificación en dunas, como es el caso de Chanco o de Concón, y encuentra, como naturalista especies foráneas, distintos tipos de pinos, que crecen con mucha rapidez y son capaces de frenar estos procesos.

 

Podemos, hasta el día de hoy, admirar algunos árboles que tienen la edad en que se plantaron, sobre sobre cien o casi 120 años.

 

En todo esto también influyó para que el Gobierno chileno finalmente el año 1931 dictara la Ley de Bosques y con ello se empezó a incentivar también la forestación. Sin embargo, el proceso de erosión y desertificación sigue con mucha fuerza. Es un país, más bien, agrícola y ganadero; no tenemos una clara cultura forestal de personas que trabajan y viven dentro de los bosques.

 

El año 1974 se lleva a la realidad un proyecto que se venía trabajando de antes de los años 70, con personas que eran transversales desde el punto de vista político, quienes plantearon la necesidad de generar un subsidio para recuperar tierras que estaban en estos procesos de pérdida de suelos casi irreparables en términos de plazos humanos.

 

En términos generales, esta ley resultó muy exitosa y llegó a subir la masa forestal casi en 2 millones de hectáreas y generó un freno a la erosión, a la desertificación, y es una actividad que hoy en día representa, lejos, más del 95 por ciento de la actividad económica vinculada a lo forestal.

 

Tenemos una gran deuda con el bosque nativo, que por falta de caminos y de un proceso de industrialización de la fracción susceptible se ser intervenida, no ha sido puesto en valor, pese a la última ley de bonificación del bosque nativo, que nosotros logramos después de 16 años en este Congreso. Cuando se dice 16 años se piensa que esto ha sido excesivamente tramitado. Pero no es así. Los proyectos no duermen en el Congreso; lo que pasa es que ese proyecto de ley era inconveniente porque permitía la sustitución del bosque nativo y no existían los fondos para dar los incentivos y tampoco para fortalecer a la Corporación Nacional Forestal, que todavía permanece en una situación, desde el punto de vista institucional, híbrida.

 

Este proyecto sobre incentivos a la forestación ha sido mantenido por la vía de las leyes de presupuestos o por algunas leyes que lo postergan por un par de años. Sin embargo, forestar es un proyecto que al menos toma, para ver los resultados según sea la especie, quince, veinte, treinta o hasta cuarenta o cincuenta años. Y por eso que se requiere, como en este caso se plantea, un horizonte bastante más grande y, además, focalizado al sector de los pequeños y/o medianos propietarios que están o quieran entrar en esta actividad.

 

Hemos visto esto con interés y no somos ajenos a la necesidad de trabajar en el fortalecimiento y lo que es la definición de una CONAF pública y también en poder volver a poner en equilibrio lo que es la práctica que siempre ha tenido una mejor tabla de costos, pero que, por distintas razones, no se ha materializado, que es reforestar con bosque nativo.

 

Por ejemplo, en la Región de Aysén llegamos a tener tres millones de hectáreas quemadas y hoy en día urge forestar 800 mil hectáreas. El intento de hacerlo con bosque nativo no es fácil, porque eso significa generar cercos especiales, incluso para detener las liebres que se comen los renovales.

 

La experiencia ha demostrado que si uno hace plantaciones con especies de mayor rápido crecimiento que en la Región de Aysén son especies de alto valor, exóticas como el pino oregón, eso genera, por un lado, una cobertura ante el viento, ante los embates climáticos, ante el excesivo sol y también impide el paso a los animales que se comen los renovales. En forma natural por el hecho de cerrar el paso al ganado ovino y bovino, el bosque nativo crece protegido y a los pocos años más que el bosque exótico.

 

Por lo tanto, es bien conveniente lo que se ha logrado -lo teníamos como una iniciativa parlamentaria y no lo habíamos logrado hasta la fecha y el Ejecutivo hoy en día está dispuesto a incorporarlo- que es poder bonificar por etapas, es decir, hacer una plantación. En una hectárea -por decir- mil árboles. Una vez que esos árboles generan esa condición de protección, poder hacer una segunda fase de plantación con especies nativas y con eso tener las especies nativas funcionando y tener la posibilidad de bonificar de acuerdo al número de árboles que se coloca en las distintas fases.

 

El proyecto toma esta esta línea de generar protección y actividad forestal, reconociendo todos los servicios que da el bosque, porque también bonifica en un cien por ciento los costos de árboles que después no van a ser aprovechados, solamente van a quedar en faldeos altos, en zonas de erosión o de difícil acceso. Pero por el hecho de recuperar el manto vegetal y generar entre otros beneficios una mejora en el ciclo hidrológico, reconstituir la flora y fauna, los ecosistemas y, además, una de las leyes maravillosas que nosotros tenemos, la de la fotosíntesis: captar el carbono y mejorar el oxígeno en nuestro planeta.

 

Por esta razón es que un grupo de parlamentarios estamos trabajando un acuerdo para que en la fase de discusión de este proyecto vayamos en la línea de hacer esta forestación por etapas, de que se consideren los bordes de los cursos de agua, los torrentes en las cabeceras de las cuencas, todo lo que significa la protección como un punto focal importante.

 

Esto debe ir en un incentivo a los pequeños y medianos productores, más allá de las limitantes que hoy en día ha tenido la ley en el sentido de ser beneficiario del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), en el sentido de que tienen que vivir casi exclusivamente del campo. En el caso forestal eso no es posible.

 

Por eso que se ha abierto esto hasta cincuenta mil UF de actividad económica por año, lo cual incluye a los medianos, pero por cierto no a los mayores.

 

Y, en forma paralela, establecer una mesa de trabajo entre parlamentarios, el Gobierno y las organizaciones, de modo de sacar los acuerdos para tener una CONAF pública y tener todos los antecedentes que permiten evaluar cuál ha sido el resultado concreto, desde los puntos de vista económico, ambiental y social, de la aplicación de esta ley 701 que viene del año 1974, y comenzada a gestar desde antes de los años 70, de manera de llegar a una segunda fase, de recuperación del manto vegetal y del suelo, la piel de nuestro país.

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