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Con miras al bien común

Por Jorge Pizarro, Presidente del Senado

10 de mayo de 2013

Imagen foto_00000017En estos días de campaña, mucho se habla de la “buena política”, la “mala política”, la “nueva” y “vieja” política... Calificativos que sobran cuando hay que hacer una reivindicación de la POLÍTICA, la única que debe importarnos: la que se hace de cara a la gente, con profesionalismo, con responsabilidad, cuidando la palabra empeñada y la que hace gala de las formas republicanas.

 

Que hoy la política requiera de calificativos es resultado de años de firme aleccionamiento que partió en los años de dictadura, cuando se decía que la política era derechamente mala: “politiquería”, ¿recuerdan? Esta huella lamentablemente sigue vigente y durante años vimos a dirigentes de derecha hablar de lo nocivo de la política y que había que concentrarse en los problemas “reales de la gente”. El sueldo mínimo, la salud, los abusos de grandes compañías y sectores económicos, el acceso a educación de calidad, son todos problemas reales de la ciudadanía y que se resuelven, precisamente, con política.

 

Es preocupante ver que la credibilidad de instituciones tan importantes como la Presidencia de la República, el Congreso o los partidos políticos esté fuertemente cuestionada. Esta desconfianza ha sido demostrada de manera consistente por cada estudio de opinión que se ha hecho, desde CEP hasta Adimark.

 

Y esto nos importa porque con esto se arrastra a buena parte de los actores políticos que tienen las responsabilidades de conducir al país y dar respuesta a las necesidades, inquietudes y demandas de las que recién hablaba.

 

Las instituciones deben procurar inspirar respeto y ese respeto no se gana a la fuerza. La consistencia, la coherencia y la lealtad a la gente son condiciones esenciales para que la ciudadanía reconozca logros, aciertos y también entienda y comprenda eventuales errores. Hay que gobernar con menos marketing y con más sinceridad.

 

Ejemplos hay de sobra: un proyecto de salario mínimo que no fue sostenido ni por los propios parlamentarios de la derecha, el voto de los chilenos en el extranjero que ha tenido la oposición sistemática de los parlamentarios de Gobierno, el acuerdo de vida en pareja y suma y sigue.

 

Hay que decirlo con sinceridad: esta coalición ha sido incapaz de dejar de culpar a otros por sus propios errores y prueba de ello es que enrostran a la Concertación el rechazo al proyecto de salario mínimo, que para nosotros es insuficiente porque el país está en condiciones de ofrecer a sus familias más que 205 mil pesos para vivir.

 

A eso nos referimos cuando pedimos coherencia, responsabilidad y lealtad hacia las personas. Si estamos tan bien, entonces que el país reparta esta bonanza con sus ciudadanos; si no estamos tan bien, entonces dejen de contarnos verdades a medias con la lejana intención de seguir en el Gobierno.

 

Lo esencial es construir país y política a través de propuestas, de cumplir la palabra empeñada, de poner ideas sobre la mesa y respetar la diversidad de un país que demanda debate, conversación y acuerdo. Tenemos que acoger lo mejor del país para beneficio de todos los chilenos y chilenas, porque el objetivo de la política no es otro que el bien común.

 

 

 

 

 

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