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CUANDO LA HONRA SE JUEGA EN UN CLICK

Por Andrés Zaldívar, Presidente del Senado

24 de abril de 2017

Imagen foto_00000002En los últimos años, el mundo entero ha podido constatar el poder que las tecnologías de la información tienen en la sociedad actual. La irrupción de estas herramientas ha cambiado definitivamente la forma de comunicarse entre las personas y también entre ellas y las instituciones.

 

La globalización ha hecho lo suyo, favoreciendo el fenómeno y dando a todo tipo de mensajes una instantaneidad y alcance realmente insospechados. No sólo se difunden a la velocidad de la luz noticias y acontecimientos, sino también valores, ideologías, prácticas y dogmas. Con un solo click se gestan movimientos sociales, se construyen relatos y se derriban paradigmas. Los mensajes se comparten en una red horizontal de comunicación interactiva que es al mismo tiempo personal, local y global. Parece no tener fin, es muy difícil controlar y se convierte en una fuente decisiva de construcción de poder.

 

Cuando estas redes de intercambio de información empiezan a basar sus contenidos en resaltar el descontento, la duda y el rechazo hacia instituciones, personas y posturas, se  aumenta la desconfianza y se erosiona de manera significativa la convivencia. La tergiversación de la realidad, las ofensas, los infundios y hasta la comisión de delitos se ven facilitados por el anonimato y por la sensación de seguridad que da actuar bajo el amparo de la masa, con garantía casi total de impunidad.

 

Así, las redes sociales toman un gran poder: rompen el miedo, deshiniben, construyen un discurso, esparcen el rumor, crean opinión, emiten juicios, dictan condenas. Sin un responsable, sin una fuente fidedigna, sin un programa, pero con una clara intencionalidad. Algunos países han legislado al respecto, aminorando situaciones que no sólo afectan gravemente la honra de personas y organizaciones, sino que han cobrado vidas humanas.

 

En Chile no estamos ajenos a este fenómeno y cada cierto tiempo vemos cómo las redes sociales se llenan de contenidos tendenciosos y abiertamente falsos, que se comentan, comparten y difunden sin el más mínimo análisis sobre su origen y veracidad. Recientemente, el sitio web de CNN viralizó una información de hace cinco años, maliciosamente reeditada por cuentas creadas para engañar y confundir a la opinión pública. Ante el daño que ese hecho implicó para la imagen del Senado y sus integrantes, se pidió explicaciones al medio, el cual se disculpó y publicó una aclaración.

 

Situaciones de este tipo no son nuevas y seguirán ocurriendo, tal vez con mayor fuerza a medida que se acerca el período eleccionario. Por ello, desde la presidencia del Senado, estaremos atentos a la aparición de noticias falsas que busquen denostar al Parlamento, y no trepidaremos en tomar las medidas que sean necesarias para resguardar el prestigio de nuestra institución.

 

Al mismo tiempo, cada uno de nosotros debe ocuparse de que nuestro actuar no dé pie a ese tipo de informaciones, tan nocivas para el proyecto de sociedad libre y respetuosa que todos deseamos.

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