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Desafíos glaciares y minería

Por Antonio Horvath, senador por la Región de Aysén

26 de abril de 2013

Imagen foto_00000014Chile es uno de los países del mundo que más glaciares tiene. 20.575 kms2 conforman el cuerpo de hielo permanente más grande del planeta, entre los que destacan el Campo de Hielo Patagónico Norte con 4.000 kms.2 de superficie y Sur con 12.700 kms2 entre Aysén y Magallanes. Chili en voz aymara significa confín helado.

 

La relación nuestra con los glaciares ha ido variando en las últimas décadas. En los años 60 se consideraba un avance y un logro el poder pintar los glaciares de manera de aumentar su escurrimiento para períodos de sequía. En los años 80 se planteó como un avance el hecho de que se pudiese hacer minería en zonas de glaciares. Ahora en el Siglo XXI los glaciares han vuelto a ser valorados por la opinión pública por su belleza y por constituir una importante reserva de agua dulce que no puede ser sustituida por embalses de regulación.

 

La minería -que tiene históricamente una actividad relevante en nuestro país -por la mayor demanda mundial de metales, por los avances tecnológicos, ha hecho cada vez más se realice en lugares de la alta cordillera que antes eran inaccesibles.

 

En paralelo a la intervención de glaciares de Codelco en la cuenca del Aconcagua, el proyecto de Barrick Gold en Pascua Lama en la parte Andina fronteriza de Atacama planteó originalmente un plan de manejo de glaciares para mover 10,4 hás. Esto produjo gran revuelo, haciendo cambiar el proyecto de manera de no intervenir los denominados glaciares blancos. Otros proyectos como la ampliación de Andina 244, las prospecciones que se hacen en el sector del Alto Río Maipo y las pertenencias mineras solicitadas hacen que estos proyectos avancen cada vez más hacia el sur y se introduzcan en la alta cordillera. El caso de los cercanos a la Región Metropolitana y a las cabeceras cordilleranas de la Regiones de Valparaíso y O´Higgins, generan una honda preocupación y en algunos casos alarma por afectar cursos de agua y por la contaminación asociada a los relaves y los efectos que producen en los ecosistemas de glaciares y montaña.

 

Desde el punto de vista de la legislación el Código Minero tiene demasiada fuerza respecto a otras leyes que permitan salvaguardar los justos equilibrios con actividades como la agricultura, la conservación y el turismo.

Por estos motivos tenemos una ley en el Congreso Nacional de Valoración y Protección de los Glaciares que ha sido aprobada en general en el Senado, y se encuentra en un proceso de revitalización, para hacerle los ajustes correspondientes en lo cual el Gobierno tiene que participar. Durante este proceso legislativo se ha avanzado incorporando la protección de glaciares en la Ley de Bosque Nativo y explícitamente en los estudios de Impacto Ambiental de la Ley General de Bases del Medio Ambiente.

 

Por su parte la Dirección General de Aguas también creó una División de Glaciares y ha contratado los especialistas correspondientes. A los pocos glaciólogos que teníamos en el país como Cedomir Marangunic, Gino Casassa y Andrés Rivera, se han ido incorporando nuevos especialistas preparados tanto en Chile como en el extranjero.

 

La minería no sólo afecta a los ecosistemas de montaña y las áreas donde produce relaves, sino que también a otras regiones del país como se pretende en el borde costero y en la Patagonia por su gran demanda de energía. En esta materia se requiere generar una política de Estado y acuerdos desde el nivel regional para asegurar a través de una Planificación Estratégica Participativa el Manejo Integrado de las Cuencas, el Ordenamiento Territorial y la Zonificación del Borde Costero.

 

Con la participación de la ciudadanía en etapas tempranas y de todo tipo de proyectos alternativos, se definen las compatibilidades e incompatibilidades. Así nuestro país estará en condiciones de asegurar un crecimiento verdaderamente sostenido y no a costa de la calidad de vida de las regiones y de sus ecosistemas naturales y culturales.

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