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El día en que todos somos iguales

Al ingresar a la urna cada uno de nosotros será protagonista de un acto tan sencillo y anónimo, pero a la vez tan complejo y relevante, como es emitir el voto.

16 de noviembre de 2017

Imagen foto_00000002Llegamos a la recta final. Estamos a pocos días de este gran hito de la democracia, en el que las personas podrán, de acuerdo con sus convicciones y sus expectativas de país, expresar su opinión en forma libre y secreta, haciéndose partícipe del devenir nacional. Al ingresar a la urna, cada uno de nosotros será protagonista de un acto tan sencillo y anónimo, pero a la vez tan complejo y relevante, como es emitir el voto, en una instancia en que todos somos iguales y tenemos la misma capacidad para influir en el devenir de la nación.

 

Votar es un derecho, que nos estuvo vedado por 17 años y que los nacidos después de 1955 recién conocieron con ocasión del plebiscito de 1988. Un derecho que costó vidas, prisión, exilio y mucho sufrimiento recuperar, por lo que hoy debemos estar orgullosos de poder ejercerlo sin miedo ni presiones.

 

Votar es un deber, entre varios que nos demanda nuestra calidad de ciudadanos. Aunque sea voluntario, para los que creemos en la democracia y luchamos por ella el voto es una obligación moral y un compromiso que nadie debería eludir.

 

Votar es una oportunidad, que sería inexplicable desaprovechar. Es la ocasión que tenemos para decir si queremos que las cosas se mantengan o cambien, para unir fuerzas con otros y sentirnos actores importantes en la sociedad, para ser parte de una construcción que se levanta entre todos.

 

Votar es una responsabilidad, porque a través del sufragio estamos tomando una decisión que afecta al conjunto de la sociedad y que repercutirá en el modelo de país que tendremos en los próximos años. Por ello, debe hacerse a conciencia, de manera informada, pensando en lo mejor para Chile y teniendo muy claro que no da lo mismo por quién votemos.

 

Este domingo 19 marcará el debut del sistema proporcional, lo que abre un escenario interesante y motivador, tanto para los electores como para las candidaturas a la Presidencia de la República, al Parlamento y a los Consejos Regionales. A diferencia de los procesos anteriores, esta vez tenemos una gama más amplia de ideas en debate, un número mayor de parlamentarios para elegir, más posibilidades para los independientes, para las mujeres y para las fuerzas políticas nuevas.

 

Con este nuevo sistema -que reemplaza al binominal- los resultados serán efectivamente un reflejo del sentir de la gente, lo que da mayor legitimidad a los elegidos. Esa es otra razón para que ningún ciudadano se margine de este compromiso con la democracia. Quedarse en la casa, tomar palco y criticar desde afuera siempre será más fácil, pero no es la actitud que se espera de quienes desean contribuir al progreso de Chile.

 

Por su parte, los candidatos deben estar dispuestos a actuar siempre con nobleza y altura de miras, aceptando y respetando la decisión de las mayorías… y también la de las minorías. Quienes ganen, han de tener en cuenta que su labor no será sólo para los que votaron por ellos, sino para toda una región, un distrito o al país entero; no abusar del poder que ostentan, sino dignificar su rol de servidores públicos trabajando en beneficio de la comunidad, en forma honesta y transparente. Quienes pierdan, tienen la oportunidad de mejorar y crecer, pero también la de seguir aportando a la sociedad desde la tribuna que escojan, pues todas las ideas y propuestas para un Chile mejor son válidas y merecen ser acogidas.

 

Así, desde el papel que a cada uno le toque ejercer, todos podemos ayudar a hacer grande a nuestro país. Para ello, lo fundamental es que este domingo superemos la pereza o el desinterés y marquemos con pulso firme lo que queremos para el futuro.

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