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El futuro lo hacemos todos

Por Ricardo Lagos Weber, Presidente del Senado

13 de enero de 2017

Imagen foto_00000019Más de cien personalidades del pensamiento contemporáneo representan lo mejor de la tarea que se lleva a cabo en universidades, laboratorios, centros de investigación. La tarea de discernir las leyes que rigen el universo, desde lo infinitamente grande hasta lo infinitamente pequeño, pasando por esa otra galaxia, como la llamó Rita Levi-Montalcini, que es la mente humana.

 

Esta actividad, el Congreso de Futuro, es la mayor actividad de extensión que lleva a cabo el Senado de la República. Es una actividad abierta al público y que puede seguirse vía streaming. Promovemos el diálogo entre la ciencia, la política y la ciudadanía. Creemos en que es posible compartir el conocimiento e intentar discernir las líneas maestras que le darán forma al futuro. Más aún, creemos que el destino de la humanidad se juega, en buena medida, en que la ciencia esté al servicio de todos, y en que sus avances y descubrimientos estén siempre bajo la guía de la ética.

 

Rita Levi-Montalcini, que murió a fines de 2012 cuando había cumplido los 103 años y mantenía la asombrosa lucidez que la caracterizó toda su vida, escribió que “el fin y la meta de la ciencia es la búsqueda de la verdad, y la metodología de los hombres que se consagran a este fin debe atenerse a la máxima honradez y objetividad, conceptos básicos de los sistemas éticos”.

 

Creemos también que para que todo ello se cumpla, debe haber un diálogo fecundo entre quienes llevan a cabo esas investigaciones, entre quienes buscan las respuestas a las preguntas más esenciales, y los ciudadanos que vivirán en el mundo forjado y moldeado por los avances científicos y tecnológicos. De ahí el lema escogido para esta convocatoria: “El futuro lo hacemos todos”. Todos los países, todas las culturas, todas las personas, en un diálogo basado en la transparencia, la honradez y la objetividad.

 

En Chile, lo sabemos, nuestro sistema de investigación científica y tecnológica adolece de indudables carencias. En los últimos años hemos multiplicado las becas para doctorados en universidades del mundo desarrollado, a fin de crear una masa crítica que haga posible lo que necesitamos con urgencia, la creación de valor. Tenemos muchas riquezas naturales, pero es claro que no podemos mantener nuestra dependencia de ellas si queremos avanzar hacia el pleno desarrollo. Las becas son parte de un sistema que requiere medidas urgentes de racionalización y de mejoramiento de la gestión; parte de ello es la creación de un Ministerio de la Ciencia y Tecnología, que agrupe a agencias estatales hoy dispersas y que le dé nuevos aires a la investigación en universidades, centros privados e industrias.

 

El tema es doblemente apremiante para nuestro país: no sólo necesitamos un desarrollo fundado en la agregación de valor, sino también requerimos herramientas bien fundadas y eficaces para enfrentar el cambio climático y el cuidado del océano. Chile es uno de los países más afectados por este fenómeno, aunque éste interpele a toda la humanidad. Más y mejor ciencia para el futuro sustentable del planeta, es la necesidad urgente de hoy.

 

Hay una dimensión más profunda con el desarrollo que se vincula con la ciencia y sus métodos. El científico requiere de libertad para llevar a cabo su tarea, en el más amplio sentido. No se trata sólo de libertad de movimiento o de libertad de expresión, cauteladas por la democracia, sino también de la libertad para romper con los moldes y proponer ideas que van contra todo lo establecido. Así lo hicieron gigantes como Galileo, Newton, Darwin, Einstein, Hawking. Así se ha ampliado la frontera del conocimiento, a través de la ruptura de las convenciones, a través de la libertad de pensar lo impensable.

 

Esa libertad también es esencial para la profundización de la democracia en esta época de redes sociales que promueven la horizontalidad en las relaciones. Abrir paso a la creatividad, a la innovación, a lo inesperado, a la renovación, es un paso más en el desarrollo de una sociedad madura e inclusiva. La historia de la ciencia nos sugiere que en el ámbito social y político también son necesarias la irreverencia hacia los dogmas y el desprendimiento frente a las tradiciones que parecen inamovibles. Una sociedad con capacidad para proponer nuevas preguntas es también una sociedad capaz de encontrar nuevos cauces institucionales para su desarrollo.

 

El futuro lo hacemos todos. Vuelvo a esta idea poderosa e inclusiva, que se refiere tanto a la ampliación del conocimiento –la ciencia es un enorme esfuerzo colectivo, con muchos flujos de retroalimentación- como al desarrollo social. En este encuentro revisaremos muchos ámbitos del conocimiento y podremos apreciar cuánto hemos avanzado desde que en la antigüedad se trazara el rumbo de los planetas o, en tiempos más cercanos, desde que se Torricelli sostuvo que “vivimos en el fondo de un océano de aire”, o desde que Darwin propuso las líneas matrices de la evolución de las especies.

 

La curva del conocimiento se ha disparado hacia arriba en las últimas décadas. Como bien dijo el físico teórico Sean Carroll, “podemos sentirnos orgullosos de nuestro coraje colectivo en nuestra lucha por comprender cosas mucho más grandes que nosotros”. Sin embargo, como dijo el ganador del Premio Nobel de Física Steven Weinberg, parafraseando a Darwin, “hemos recorrido un largo camino, y todavía no hemos llegado al fin”. Vuelvo a Carroll: “Las piezas están empezando a encajar para que la ciencia dé un paso espectacular hacia la respuesta a preguntas antiguas sobre el pasado y sobre el futuro. Es hora de que entendamos cuál es nuestro lugar en la eternidad”.

 

Para eso estamos aquí. Para responder preguntas antiguas y para saber más sobre nuestro lugar en el cosmos; y también para mirar hacia el futuro cercano, hacia el mundo cuya forma final depende de nuestros avances de hoy.

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