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El rol y responsabilidad de las fuerzas democráticas

Por Jorge Pizarro, Presidente del Senado

16 de enero de 2014

Imagen foto_00000033Los ideales democráticos muchas veces se declaran, se hace gala de ellos y se los invoca sin que siempre haya una real vocación y compromiso con ellos. Por estos días se realizó el encuentro internacional Oswaldo Payá en donde se invita a las corrientes del pensamiento social cristiano a debatir sobre los alcances y desafíos que enfrenta el ideario demócrata, justo en tiempos en donde la democracia parece estar sujeta a demandas cada vez más apremiantes y urgentes de parte de la ciudadanía.

 

Personeros de gran talla como Rocco Buttiglione, Josep Durán I Lleida, el diputado electo Iván Fuentes, ex ministros, economistas como Guillermo Larraín, la ex candidata presidencial del Perú, Lourdes Flores, el Secretario Ejecutivo de la Mesa de Unidad Democrática de Venezuela, Ramón Guillermo Aveledo, habrán animado un debate en el que muchos jóvenes fueron protagonistas.

 

Creemos que la vigencia del pensamiento humanista  cristiano estriba justamente en la naturaleza y razón de ser de la democracia, su vocación por la representatividad de la voluntad ciudadana, la participación efectiva de la gente en la toma de decisiones, el libre acceso a la información, el control ciudadano del poder político y, por sobre todo, el respeto a los derechos humanos universales.

 

Estos elementos encuentran su vía de expresión a partir de instituciones y garantías, que se han ido consolidando en el mundo occidental desde el siglo XVIII en adelante, tales como la realización de elecciones libres y periódicas; la libertad de expresión y la libertad de asociación. Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2011, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el desarrollo sostenible de una sociedad va de la mano con la ampliación de las libertades fundamentales, en un contexto de deliberación pública razonada, que es posible sólo gracias a la existencia de instituciones democráticas.

 

Y eso es válido en Chile, en Cuba, en Europa, Norteamérica, el mundo árabe y en cualquier parte del mundo. Los verdaderos demócratas deben observar estos valores siempre, sin justificaciones ni excusas de “lagunas” en la vigencia e imperio de los derechos fundamentales de las personas. Esa es la enseñanza que personas como Oswaldo Payá nos dejó; más allá de las opiniones y diversas formas de interpretar la realidad, lo claro es que la democracia es siempre suficiente para asegurar a la gente lo que le corresponde por derecho propio.

 

El Informe 2013 de Latinobarómetro estableció que en Chile el apoyo a la democracia aumentó, entre 1995 y 2013, desde un 52 a un 63%, con ocho puntos porcentuales de diferencia sobre el promedio del período. En el resto de Latinoamérica un 65% de las personas con derecho a voto se mostraron de acuerdo en que los partidos políticos son referentes indispensables en una genuina democracia y que el Congreso Nacional es un reducto insustituible de la cultura democrática contemporánea.

 

Esto es una buena noticia para nuestro país y para esta Corporación puesto que ha sido constante el bombardeo que algunos sectores hacen a la política y a los políticos respecto de la utilidad de los partidos y la legitimidad de ellos ante la gente. Sin política, sin políticos, hay autoritarismo, totalitarismo, violación a los derechos humanos, decisiones arbitrarias, ausencia de Estado de Derecho.

 

Democracia y servicio público van de la mano y por ello es que la segunda versión de este encuentro en memoria de Oswaldo Payá nos dejará como enseñanza que no podemos olvidar el rol y responsabilidad que tenemos las fuerzas democráticas en fomentar, proteger e impulsar la democracia siempre, en todos los países y sociedades y denunciar el atropello a los derechos de las personas, sin exclusión.

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