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  El Simce y los estigmas sociales

  Por Ignacio Walker, Presidente de la Comisión de Educación

24 de junio de 2010

ImagenHace un par de semanas, el ministro de Educación, Joaquín Lavín, declaró que los mapas con los resultados de la prueba Simce buscan ayudar a los padres a tomar buenas decisiones. Estos mapas -tal como los semáforos- muestran en color rojo a colegios con puntaje Simce bajo el promedio, en amarillo a los que están en el promedio y en verde a aquellos que están sobre éste.

De acuerdo a las palabras del ministro, la información de los mapas implicaría que "la subvención que va con el niño va a ir al colegio bueno, y ese colegio bueno va a crecer y aumentar la matrícula; al mismo tiempo, los colegios que están mal, cuando vean que van a perder alumnos, tienen que ponerse las pilas y empezar a mejorar".

Sin embargo, esta bienintencionada medida presenta serias deficiencias en su implementación que pueden terminar por generar efectos contraproducentes. Como se basa en un promedio, no considera el progreso de las escuelas (pinta de rojo muchas escuelas que han sido premiadas en otras clasificaciones del Ministerio -SNED y SEP- por sus avances en el tiempo, y de verde a escuelas que han podido tener retrocesos); compara establecimientos sin considerar el número mínimo de alumnos que rindieron el Simce necesario para asegurar que el resultado tenga validez (se clasifica a escuelas en que menos de 10 estudiantes dieron la prueba); y, lo que es más grave, estigmatiza a los colegios que atienden a alumnos de alta vulnerabilidad social, ya sea en el ámbito de la educación pública municipal o particular subvencionada.

Dicha estigmatización ocurre porque la mayor parte de la diferencia entre escuelas en los resultados del Simce se explica por el origen social del alumno, es decir, por factores ajenos a la calidad del colegio. Los estudios comparativos indican que entre un 65% y un 90% de esos resultados se explican por el nivel socioeconómico en que vive el alumno, más que por lo que ocurre adentro de la escuela. Esto produce que la gran mayoría de escuelas que atienden niños de bajos recursos estén pintadas de rojo.

Ante esta realidad, el ministro Lavín ha señalado que "hay colegios de sectores muy vulnerables, con niños muy pobres, que obtienen buenos resultados".

Desgraciadamente, se trata solamente de excepciones. No es casualidad, por ejemplo, que ninguno de los 20 colegios que hay en Vitacura esté pintado de rojo o que sólo dos de los 52 establecimientos educativos de La Pintana estén marcados de verde.

Dado que los colegios peor evaluados se concentran en las comunas más pobres, donde la mayoría de la oferta educativa comunal está pintada de rojo, es improbable que se produzca un desplazamiento de alumnos hacia mejores colegios y aparece como teórico pedirles a esas escuelas simplemente que se "pongan las pilas", como lo sugiere el ministro. Esto no va a ocurrir en Alto Hospicio, Illapel, El Bosque, Lo Espejo, Padre de Las Casas y en muchas otras comunas del país. Es precisamente a favor de los alumnos en condiciones vulnerables que va dirigida la Subvención Educacional Preferencial, en aplicación desde hace dos años, con US$ 360 millones anuales, que deberían incidir en un mejoramiento del Simce.

En síntesis, la forma en que se han presentado los semáforos los transforma más bien en una medida efectista, que puede inducir a error y a decisiones precipitadas, sin real impacto en el mejoramiento de la calidad de la educación que reciben los niños chilenos, especialmente los más pobres.

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