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  La reputación del sistema democrático

  Por Jorge Pizarro, Presidente del Senado

27 de enero de 2011

Hasta hace unos meses, la credibilidad no había sido un tema central de la política chilena. Se daba por sentado que las autoridades republicanas no harían abuso de la confianza de la opinión pública para beneficios políticos de corto alcance. Es cierto que las promesas no cumplidas, el excesivo uso de la letra chica y los subterfugios para no responder a la palabra empeñada, han mellado la credibilidad de la figura presidencial, por ejemplo.

 

Episodios hay de sobra. Intentar una explicación poco creíble e involucrar a una de las instituciones policiales para tapar alguna irresponsabilidad o error, como parece ser el caso del aterrizaje del helicóptero del Presidente, sin duda que motivan a la ciudadanía a pensar nuevamente que el Mandatario abusa de la fe pública.

 

Pero cuidar la imagen de la política es una tarea de todos los que participan de ella. La clave es que la reputación del sistema democrático descansa en los actos de las autoridades de representación popular, de los actores políticos y sociales que participan del debate de los grandes temas sociales. Ojo, que la falta de credibilidad no sólo es problema de un Presidente que no ha sido capaz de cumplir promesas hechas a un país en tiempos de campaña, o que aparece dando intrincadas explicaciones ante actos que lindan en la irresponsabilidad.

 

También se atenta contra la credibilidad cuando no se es coherente, sólido y veraz en los proyectos políticos que ofrecemos a nuestros compatriotas. A la Concertación le ocurre eso por estos días. Las disputas y la falta de acuerdo para enfrentar y asumir el rol de oposición sin duda que tienen y tendrán un impacto en la credibilidad que la ciudadanía nos asigna; de ahí que se hace necesario reforzar el debate, la discusión y el intercambio de opiniones para así llegar a una opinión única, unitaria e integradora de nuestra visión de país.

 

Somos distintos a la derecha. Tenemos una opción por los más pobres, por el mundo sindical, por el mundo social, por la diversidad, por la tolerancia, por la renovación de las ideas, por la dignidad de las personas por sobre el gobierno del mercado; tenemos una historia que es heredera de líderes republicanos profundamente democráticos, con revoluciones que pusieron en el centro de la preocupación del Estado, a las personas, a los chilenos, a todos los chilenos. Nosotros no somos herederos de los gobiernos oligarcas y plutócratas; la Concertación es heredera de miradas renovadoras de la sociedad chilena, aquella que llevó a los sectores que nunca habían alcanzado el poder político, a intentar una sociedad más justa.

 

¿Por qué entonces podríamos vemos salpicados por la falta de credibilidad si son otros los que tiene ese conflicto? Son otros los que tienen que explicar la distancia entre lo prometido y lo declarado, con lo que realmente pasa en los consultorios, en las escuelas públicas o en los lugares de trabajo. Nuestro capital político está en la consecuencia y en la defensa de un sueño de sociedad justa. El Gobierno de la derecha podrá tener todo el aparataje comunicacional para desvirtuar la obra de la Concertación. Pero la gente no olvidará tan fácilmente el Plan Auge, la modernización del Estado, la extensión de las salas cunas y de la jornada escolar, o los bonos por hijos a las mujeres que han dado todo por su familia, ni tampoco el pilar solidario de pensiones que está dando más dignidad a las personas.

 

El bombardeo de que todo se hizo mal y que todo fue corrupción no tiene sustento. Pero por lo mismo, es deber ético de nuestro conglomerado retomar esa senda, retomar el debate acerca de qué sociedad queremos construir junto a los chilenos y ofrecerlo como alternativa a una derecha que cree en la precarización de los derechos de las personas para hacer que el mercado salpique sus beneficios. Para eso sirve la credibilidad. Y eso es tarea para todos si queremos volver a ser Gobierno.

 

 

 

 

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