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  Los efectos del sistema binominal

  Charla del presidente del Senado, Camilo Escalona, en ciclo de conferencias ¿Pensando Chile¿, de la UCV, 13 de junio de 2012

15 de junio de 2012

 Muy buenos días.  Estimado Rector, don Claudio Elórtegui,  gracias por sus palabras, estimado Secretario General del Senado, don  Mario Labbé, estimado Director del Centro de Extensión del Senado, don Fernando Silva, estimado Decanos, Profesores, Estudiantes que nos acompañan.

 

Crisis de representatividad  es el concepto que me parece necesario definir  para  llevar a cabo mi exposición. 

 

No es una frase que busca un impacto mediático.  Yo quisiera definirla de una manera precisa.  Creo que el sistema político en nuestro país tiene una crisis de representatividad y según la Enciclopedia Británica crisis se define como: "momento decisivo y de consecuencias importantes en un asunto grave".  Creo que es bien preciso el concepto, estamos viviendo un momento decisivo y de consecuencias importantes en un asunto grave.  ¿Cuál es ese asunto grave?, la representatividad del sistema político y ¿Cuál es el concepto de representatividad?, conjunto de personas que representan a una colectividad, entidad o corporación, o sea vivimos una crisis relativa al conjunto de personas, que representan a la colectividad, entidad  o corporación en el sistema político de nuestro país.

 

Las últimas cifras de los estudios de opinión son bastante significativas, pueden subir un poco bajar otro poco, pero del 2009 al 2011 el prestigio del Gobierno bajó de 56 a 22%, pongámosle que sea 25 ó 28 %, para el caso creo que son variaciones que no modifican la tendencia.

 

El prestigio del Congreso Nacional bajó desde el 26% descendió al 13%; el prestigio de los partidos políticos aún más bajo, del 13%, bajó al 7%, o sea los actores o protagonistas  claves del sistema político: Gobierno, Congreso Nacional, Partidos Políticos, atraviesan por un momento en que está  afectada su capacidad de representar a la colectividad o a la ciudadanía de manera grave.  Y esto se refleja además, en los movimientos sociales que el país ha conocido en el curso de los últimos años y del último tiempo. 

 

En el caso del movimiento social de Aysén sus portavoces fueron personas que surgieron de la comunidad y que la representaron de manera eficaz y no fueron de acuerdo al sistema político que conocimos hasta el año 73 sus parlamentarios o autoridades formales.  Ellos concurrieron a respaldar este movimiento pero su conducción, su liderazgo, su vocería no estaba en sus manos. 

 

Siento  que fenómeno similar ocurría con un movimiento como el de Freirina que siendo más típicamente local no era la autoridad formal quien lo representaba, y por cierto en el aspecto ya nacional, esto ocurrió también el pasado año con las movilizaciones estudiantiles y las demandas ciudadanas o la actividad civil que se generó en torno a las demandas estudiantiles. 

 

De manera que, en mi opinión, el sistema político tiene que ser capaz de asumir y reconocer que atraviesa por una severa crisis de representatividad.  Esto tiene causas mediatas e inmediatas, por lo cual creo que lo más significativo que puedo entregar ante ustedes es una reflexión más que una serie sucesiva de láminas con una información inanimada.

 

Me refiero a lo siguiente: el año 88, 89, al inicio de la transición democrática en nuestro país, a mi me correspondió ser miembro de la comisión política de una de las orgánicas socialistas que existían en ese momento, la que encabezaba Clodomiro Almeyda, eran varias orgánicas socialistas, éramos un archipiélago, como veinte tantos grupos distintos, atomizados, que se reunificaron aquí en Valparaíso en noviembre del año 90.  Pero habían dos más significativas, las que encabezaba Ricardo Núñez y la que encabezaba Clodomiro Almeyda, que pasaron a formar parte del "Comando del NO" y que fueron actores del triunfo del NO junto con los otros 15 partidos, 17 en total, y nos correspondió, en consecuencia,  tener que tomar una decisión el  año ¿89 respecto del primer cambio constitucional que hubo en nuestro país al inicio de la transición. 

 

El plebiscito del 5 de octubre del año 88 en su diseño original era un trámite para prolongar durante 8 años el régimen de Pinochet.  Las circunstancias históricas determinaron que no fuese así, la enorme crisis económico-social del período 82-85, en particular, el completo desplome del aparato económico el año 83, aunque la crisis comenzó el año 82, pero esta se reflejó en la crisis tremenda del 83-84 que originaron las protestas nacionales, un cambio considerable de la situación que vivía el país. 

 

Tuve que irme al exilio por ser dirigente de los secundarios a fines del año 73, salí en las listas que publicaba la dictadura, volví clandestino a Chile el año 82.   A comienzos de ese año, lo digo con entera frialdad, la dictadura tenía completo control del país, la oposición prácticamente no existía, lo que había era medios que lograban salir con dificultad, de manera limitada y el lenguaje de la prensa oficial trataba a los partidos políticos con el calificativo, entre que contemplativo, pero también en cierta medida menoscabante de "disidentes". 

 

La verdad es que no habían configurado ni constituido fuerzas políticas; éstas estaban destruidas y, sin embargo, con una velocidad vertiginosa   se  reconfiguraron el año 83 al calor de las protestas nacionales y pasó algo en el lenguaje, un efecto misterioso;  dejaron de ser "disidentes", pasaron a ser "políticos", actores políticos, capaces de presentar y levantar alternativas, opciones, y el régimen se tuvo que sentar a hablar con estas fuerzas, y lo hizo el entonces Ministro del Interior, don Sergio Onofre Jarpa, en un diálogo en que el presidente de esta fuerzas opositoras instaladas en el diálogo, ex Senador Gabriel Valdés, ni más ni menos que al Ministro del Interior de la dictadura, le llevó como punto uno del petitorio democrático que Pinochet resignara el poder, o sea, evidentemente que la situación había producido un cambio considerable en cosas de meses. 

 

Eso y otros por cierto factores más que sería muy largo de enumerar, determinaron que el plebiscito en el año 88 cambió de carácter y se transformó en un momento en que se interrumpía la continuidad de Pinochet y se abrió paso a la elección democrática del año 89.

 

Pero la institucionalidad no estaba preparada para este cambio porque había sido pensada con otro propósito y, por lo tanto, aproximadamente en marzo-abril del 89, se abrió una ronda de conversaciones, encabezada por el representante del régimen, Ministro del Interior, don Carlos Cáceres, con los representantes de la nueva Concertación de Partidos Por la Democracia, encabezado por don Patricio Aylwin, respecto de un paquete de reformas constitucionales que hicieran posible el inicio de la transición. 

 

Esas reformas constitucionales significaron una discusión, un debate, una reflexión, muy de fondo dentro de las fuerzas opositoras de aquel momento porque, por una parte, abrían en parte la posibilidad de que se instalara un gobierno civil con una mínima viabilidad en el marco de una institucionalidad autoritaria; pero también esos cambios eran los suficientemente parciales como para que aspectos esenciales de dicha institucionalidad permaneciera.

 

¿Cuáles, por ejemplo, esenciales? La inamovilidad de los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, es decir en particular Pinochet, los Senadores Designados, los Senadores Vitalicios, es decir la manipulación de la composición del Congreso Nacional y, por lo tanto, las posibilidades mínimas de llevar a cabo reformas constitucionales que permitieran rehacer la institucionalidad. Así mismo, quedaban pendientes  la naturaleza y el carácter del Consejo Seguridad Nacional, la naturaleza y el carácter del Tribunal Constitucional y lo más importante: el Sistema Electoral, el binominalismo que tenía como consecuencia que para lograr configurar una correlación  de fuerza en el Poder Legislativo que posibilitara llevar a cabo las reformas constitucionales, en los distritos o circunscripciones,  las fuerzas opositoras que venían recién rehaciéndose tenían que tener el doble de los votos de las fuerzas oficialistas de entonces para poder alcanzar los dos tercios de los quórum constitucionales para modificar la Constitución.

 

Debo manifestarles que este fue un debate intenso porque el Gobierno Militar hizo concesiones menores.  Un artículo, que era el de reforma constitucional obligaba a que una reforma tuviera que ser aprobada por el Congreso en funciones pero se aplicaba al Congreso que estaba después, es decir toda reforma constitucional era aplicada a la legislatura siguiente, ese primer cerrojo, lo cedió el régimen  militar. Luego, aumentó el número de Senadores, ampliando mínimamente la cantidad de circunscripciones; pero no modificó el sistema electoral, amplió el número de miembros de Consejo de Seguridad Nacional, igual número de uniformados, igual número de civiles y no había resolución en el caso que hubiera empate y en consecuencia, se limitaba la capacidad de representación política de las instituciones castrenses a través del Consejo de Seguridad. 

 

Es decir, un conjunto de disposiciones que mínimamente modificaban los andamiajes autoritarios que fueron pensados e instalados en la Constitución del 80 para permitir un régimen como el de Pinochet, pero si las fuerzas civiles tenían otra alternativa como para rechazar estos cambios mínimos,  es una discusión que permanecerá por mucho tiempo.

 

Entonces, en la comisión política del PS Almeida, fui partidario que se rechazara este paquete mínimo, pero en la Concertación la opinión prevaleciente fue aceptar esos cambios mínimos, pensando  que el empuje del movimiento democrático en la ciudadanía era de tal envergadura que era posible en el nuevo parlamento alcanzar los dos tercios en ambas ramas del Congreso Nacional y poder llevar a cabo esas reformas constitucionales que estaban pendientes.

 

Es perfectamente conocido y sabido que esos dos tercios no se consiguieron. No hubo correlación de fuerza capaz de cambiar la institucionalidad y, por el paso del tiempo, por la generación de una nueva cultura en el país y por la irrupción de una nueva generación, el año 2005 en el Congreso Nacional se aprobaron estas reformas constitucionales, no todas, quedó una pendiente; pero se aprobó el término de la inamovilidad de los Comandantes en Jefe, se modificó la naturaleza del Consejo de Seguridad, se modificó la composición y naturaleza del Tribunal Constitucional, se terminaron con los Senadores Designados y Vitalicios, o sea hubo un paquete de reformas constitucionales el año 2005 que vino a normalizar la institucionalidad.

 

Sin embargo, quedó el sistema electoral binominal y entonces, en mi opinión, en la diversidad de la sociedad chilena de hoy, cuando se ha producido esta crisis de legitimidad de las fuerzas políticas en el país, cuando los partidos políticos tienen un prestigio del 7%, y cuando el prestigio del Congreso Nacional y del Gobierno es uno de los más bajos o, tal vez, el más bajo de toda nuestra historia, no cabe ninguna duda que la prolongación del sistema electoral binominal es uno de los factores centrales en esta crisis de representatividad porque la diversidad de la sociedad chilena es muy difícil que ingrese al Congreso Nacional a través del sistema electoral binominal.

 

Por cierto espero que mi partido y la coalición de la que participo, tenga un gran respaldo, tenga la mayor  cantidad de parlamentarios, pero uno no puede tener un pensamiento totalitario de exclusión de la diversidad. 

 

Entonces, por ejemplo, en el Senado los dos bloques mayoritarios tienen representación en todas las regiones excepto un caso. Hay un Senador Independiente, que es el caso de la Región de Magallanes, en que uno de  los dos parlamentarios es independiente, es decir, de 38 Senadores y Senadoras, en un caso es posible que se manifieste la diversidad;  en un caso, de 38. 

 

Lógicamente, para gobernar tiene que haber coaliciones amplias, de manera que este problema no se resuelve disolviendo las coaliciones; eso seria una manera enteramente absurda de pensar este proceso, es decir, digamos generar el caos no es la solución; que no haya alternativa de gobierno para el país no es la solución.

 

La solución es generar un sistema electoral que permita que la diversidad que hoy día tiene la sociedad chilena se pueda representar en el Congreso Nacional, y en mi opinión el actual sistema electoral es un factor esencial en la crisis de representatividad porque por ejemplo, en el caso de Aysén, o en el caso de la Tercera Región, o en el caso de la Segunda Región por el movimiento de Calama, o en el caso de movimientos sociales como el de los estudiantes, o de opciones temáticas como la medioambientales, en que ciudadanos y ciudadanas no se organizan en un partido político nacional de carácter tradicional, sino que se pueden organizar en función de un tema o demanda concreta, sea regional, local o de país.  Esas personas, que podrían perfectamente con un sistema proporcional tener representación en el Parlamento, quedan excluidas con el sistema binominal. 

 

Entonces, el problema de la reforma del sistema electoral para mí es un problema clave. Hay otros aspectos más, por cierto, por ejemplo: la generación de la que yo formo parte está muy presente y en  la que viene inmediatamente detrás de la mía también, muy presente la jornadas sociales y políticas del 88 y 89,que centenares de miles de personas salían a la calle y la fuerzas políticas las representaban; o sea, había medio millón de ciudadanos en la última marcha del NO y el Comando del NO representaba o había una conexión, un vínculo muy directo entre las fuerzas sociales y los actores políticos que la representaban; y también los que defendían la continuidad del régimen, por su parte. Entonces, eso hace que los actores políticos muchas veces pensemos con categorías que ya no ocurren. Siento que parte de mis colegas del sistema político cuando ven los movimientos sociales que están en movimiento y ven en actividad millones de personas, se trasladan a un escenario y a debates en que piensan que representan esas fuerzas sociales cuando en realidad no las representan. 

 

Me explico: los actores políticos hoy están encapsulados en su propia lógica y en sus propias autorreferencias, pensando que representan los movimientos sociales en acción cuando no lo representan, y entonces, hay un divorcio entre el sistema político y las demandas ciudadanas. Tarea, por lo tanto, necesaria es hacer una introspección del sistema político y hacer un diagnóstico que revise nuestras propias maneras de pensar, nuestras propias categorías, que reanalice nuestra mirada de la realidad y que nos permita saber exactamente lo que somos y no pretender ser más de lo que somos.

 

Para eso el sistema político tiene que dialogar, es decir, cuando yo propongo dialogar no es tanto en función del proyecto ley especifico, del boletín número "XXX" que está en la "X" Comisión de la Cámara de Diputados, en primer trámite legislativo. No, no estoy pensando en el trámite formal; estoy pensando en que el sistema de las recriminaciones mutuas, de las autorreferencias, de una retórica ensimismada, es un factor que acentúa la distancia del sistema político de las demandas ciudadanas, acentúa su encapsulamiento y, por lo tanto, un diálogo tiene que ser para conocer y comprender más profunda y cabalmente, la sociedad chilena de hoy, las demandas que ésta presenta, y cómo éstas se pueden resolver en el sistema político. Es decir,  el diálogo no es necesariamente acuerdo, porque el diálogo puede constatar que no hay acuerdo y, en consecuencia, son los ciudadanos los que tienen que resolver.  Pero el diálogo sí tiene que cumplir una función, lograr cambiar las referencias del debate de la autorreferencia a la reflexión sobre los temas nacionales que sí efectivamente son demandados por el país, para que el sistema político los pueda encarar y resolver.

 

Tercer factor, nuestro país hoy tiene  también una dificultad severa, porque por el propio desarrollo de las ciencias y de la tecnología lo que muchas veces pomposamente se llama las nuevas tecnologías de la información, la sociedad chilena de hoy tiene un volumen de información y conocimientos que no son adecuadamente reflejados en el sistema político. Este sistema político está completamente atrasado de lo que es la sociedad chilena de hoy, la información, los conocimientos, la calidad de la reflexión, los debates, porque el solo hecho que el país avanzó no son adecuadamente reflejados en el sistema político y éste tiene que ver con los dos problemas anteriores, con la naturaleza de nuestros debates y también con el sistema electoral.  Dicho de otra manera la necesidad de poder abrir el sistema político, de ampliar la democracia, de transformar las instituciones, es hoy uno de los desafíos centrales del desarrollo de la sociedad chilena de las próximas décadas. 

 

Un gran pensador chileno, don Aníbal Pinto, escribió un texto simple y sencillo que ha hecho escuela en muchas generaciones que habló de Chile, como "un caso de desarrollo frustrado". Su reflexión partía de la base de las enormes potencialidades y capacidades que tenia Chile y que no permitieron transformar esas potencialidades  en un país con un desarrollo  que lo pudiese sacar de sus limitaciones y de sus carencias.  Nuestro país tiene efectivamente hoy, por lo que avanzó, enormes potencialidades, pero nuestro desafío esencial no es el equilibrio fiscal, no es el estado de la macroeconomía, no es la balanza de pago.  Nuestro problema central es un sistema político atrasado y el problema se acentúa porque ante un sistema político que no da cuenta de los nuevos desafíos nacionales. Los ciudadanos y ciudadanas toman más distancias de ese sistema político, mientras más distancia toman, menos se resuelva el problema, y entonces es una encrucijada que se va haciendo muy difícil de resolver.  Mientras más se desprestigia la política, más lejos se pone la gente de la política y mientas más lejos esté la gente de la política, menos se va recuperar la dignidad de la acción política.

 

Es por ese motivo que yo me sitúo, no dentro de los autocomplacientes en relación al desafío del Chile  de los próximos años.  Pero, concluyo con esto, desde mi punto de vista, el desafío del Chile del próximo tiempo está en la política, esencialmente.  Se me puede replicar que el problema de Chile es la desigualdad. Sí, efectivamente, tenemos estructuras sociales que son severamente desiguales. Pero mientras no haya inflexión en la política esas estructuras desiguales no se van a resolver.  La potencia, la energía que tienen los enormes conglomerados económicos se hacen incontrarrestables ante un sistema político débil y con baja legitimidad. 

 

Para poder mover el desarrollo del país en una dirección distinta se necesita un sistema político con una fuerza que hoy no tiene.  Regular la economía, lograr una inflexión para que el país no sea, simplemente, dos grandes cadenas bancarias, dos o tres cadenas farmacéuticas, dos o tres empresas del retail, una pura compañía aérea, que no se concentre todo en una sola gran cabeza  económica de tres o cuatro familias y, al lado, una sociedad enteramente pauperizada, sin derecho y debilitada, y un sistema político frágil.  Hacerse cargo de este desafío de poder replantear los términos del desarrollo de nuestro país en las próximas décadas requiere un sistema político mucho más fuerte que el actual. 

 

Mi convicción es que mientras más débil el sistema político más desigual va ser nuestro país, porque enfrentar la desigualdad es una tarea consciente, no es una acción espontánea, es una acción para la cual el Estado tiene que actuar y tiene que operar.

 

Debo decirles que quiero tanto a mi país, que si me he empeñado en tratar de que podamos abrir  un diálogo sobre nuestros grandes desafíos y podamos, aunque sea un rato, parar las recriminaciones mutuas, es porque veo que el esfuerzo enorme, gigantesco, de tantas generaciones que han querido engrandecer nuestra patria, no se va a resolver si el sistema político no es capaz de salir del círculo vicioso en que se encuentra y se abre a una nueva mirada y asume la responsabilidad que le corresponde.

 

Muchas Gracias.

 

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