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  Servicio social y ruralidad

  Por Juan Antonio Coloma, senador por la Región del Maule

25 de mayo de 2012

ImagenSi hay algo que nos une a los parlamentarios es dar solución a las diversas necesidades sociales. Estoy convencido que a todos nos ocurre, cuando recorremos los distintos lugares, particularmente rurales, que nos encontramos con la demanda de muchas personas que, dentro de sus aspiraciones sociales, consideran prioritario poder disponer de recursos o realizar transacciones bancarias en un momento determinado, sin necesidad de tener que trasladarse a la sucursal.

Me sorprendería que no hayan planteado a algunos de nosotros la necesidad social en cuanto a tener seguridades y accesos a bienes que históricamente no tenían por la falta de cajeros.

Represento a una Región cuyo 36 por ciento es del mundo rural -dicho sea de paso, es la Región más rural de Chile-, y obviamente dicha condición dificulta y afecta el acceso a muchos bienes. Y desde los antiguos relatos que cuentan los baqueanos respecto de las horas que había que gastar para poder ir a cobrar o pagarse de una pensión a muchas leguas -se decía en ese instante- de distancia versus la cercanía que hoy día, como servicio, entrega o puede entregar un cajero, es parte de esa modernidad.

No cabe duda de que los bancos tienen un fin obviamente de ganancia. Pero no me cabe duda también que representan y desarrollan actividades con fines sociales. No pretendamos que no tienen un fin social que pueda entregar el acceso o al crédito o poder cobrar una pensión en lugares diferentes.

Lo mismo ocurre con otras empresas, que obviamente requieren muchas veces legislación especial para permitir que haya continuidad en el servicio. Cuántas veces en un momento de dificultad no hemos visto carabineros arriba de los puentes.

Entonces, uno tiene que decir: "No, este es un tema de la concesionaria; no debería haber carabineros en ninguna circunstancia"; o cuántas veces no hemos visto en las torres de alta tensión: "No, este es un tema de las eléctricas, de las transmisoras". O sea, en una lógica en que cada uno responde por sí mismo, es una lógica del "far west".

Me gusta la lógica de la modernidad con instituciones. Y justamente recurrir a instancias jurídicas penales para poder hacer difícil o sancionar en forma enérgica a quien violenta, particularmente cuando hay muy poca capacidad de defensa, precisamente la prestación de un servicio.

Es lo que se busca cuando se faculta a que Carabineros pueda estar cerca de las centrales o de las carreteras o que puedan asumir responsabilidades especiales respecto a la existencia de cajeros, particularmente en los mundos más lejanos.

Desde mi perspectiva, este proyecto es un gran avance a la modernidad. Significa asumir los problemas del Chile de hoy no en ámbitos teóricos, sino que en ámbitos prácticos, donde realmente le importa a la gente.

Nunca he pretendido creer que una ley le va a cambiar la vida a las personas. Por eso es que cuando, algunas veces, critico a algunas autoridades públicas de distintos Gobiernos cuando valoran el éxito o fracaso de un Gobierno por el número de leyes dictadas. Lo he dicho en todos los tonos: para mí, ese nunca va a ser argumento.

Para mí, lo importante es cuáles son las buenas leyes o aquellas que tienden a resolver un problema social existente y vigente. Y, a mi juicio, éste va al corazón precisamente de algo simple en cuanto a dar una señal potente: queremos hacer de un Chile más cercano a los bienes, más posible que se ejerzan los derechos, más cerca del ciudadano y no alejárselo o instalarlo como algo que solo se puede obtener en las grandes ciudades o en lugares en que tienen gran éxito económico.

Creo que este es un proyecto social. No creo que se vaya a maximizar la utilidad o no utilidad de un banco por ir a Licantén con un cajero, el cual se lo robaron. Lo que sí, la gente de Licantén o de Curepto van a poder tener un acceso más fácil a este servicio.

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