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  Un compromiso para mejorar

  Por Isabel Allende, senadora por la Región de Atacama

21 de octubre de 2010

ImagenLa larga espera de estos 70 días, la alegría y la emoción contenida luego estallando con todas sus fuerzas, al ver emerger a cada uno de los 33 mineros es difícil de describir en toda su dimensión y de olvidar.


Grandes esos trabajadores, con su capacidad de sobrevivir y su coraje para enfrentar probablemente en el momento más difícil de su vida, que los mantuvo tan cerca de la muerte.


Gracias gobierno, país, asociación público-privada, a Codelco, a los cientos de profesionales que colaboraron anónimamente para lograr el éxito del rescate. Gracias a sus familias que nunca perdieron la fe y la esperanza que estaban vivos y que había que rescatarlos.


Gracias a aquellos funcionarios municipales que se encargaron de su alimentación y de atenderlos, a los pescadores de Caldera, a los feriantes de Copiapó, a los trabajadores de la Minera Radomiro Tomic, y a tantos que en algo aminoraron esa larga espera en pleno desierto, con sol y polvo en el día, y la camanchaca y frío por la noche.


Pero esta alegría no puede hacer olvidarnos que nunca debió haber ocurrido si los dueños hubieran sido más responsables, y su afán de lucro no hubiera primado por encima de la vida y seguridad de sus trabajadores; si los organismos fiscalizadores hubiesen cumplido con su rol.


En palabras de Manuel González, primer rescatista, "trabajar en esas condiciones, a 700 metros de profundidad, con 40 grados de calor y casi 100% de humedad era inhumano". Era y es inhumano.


¿Por qué permitimos como país que esto ocurra? Podemos y debemos hacer un antes y un después de esta dura experiencia, que nos hemos comprometido como país. Debemos mostrar esa voluntad política para hacer cumplir y perfeccionar nuestras leyes laborales, pero también se requiere un empresariado que comprenda que la vida de sus trabajadores está por encima de sus ganancias. Partamos por aprobar el convenio 176 de la OIT, que nos obliga como Estado a velar por la seguridad y salud de los trabajadores mineros.

No podemos olvidar a esos 300 trabajadores de la Minera San Esteban que se debaten en la incertidumbre, que no se les pagan sus finiquitos de una vez, y a los cuales estamos obligados como país a ayudarlos, ya que hay responsabilidad pública en su situación actual.


Gracias queridos mineros, que con su desgracia nos están ayudando a tener una mejor conciencia sobre las condiciones laborales y de seguridad, y que lo que ustedes aportan como riqueza para todo el país no sea a costa de sus vidas y enfermedades.


Gracias porque nos enseñan, entonces, a ser un mejor país.

 

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