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  Un debate sobre la vida del que está por nacer

  Por Ena Von Baer, senadora por la Región Metropolitana Oriente

23 de marzo de 2012

ImagenEs fundamental para una democracia, que se discutan todos y cada uno de los temas con claridad y transparencia, pero también con altura de miras y, sobre todo, con respeto a la opinión distinta.

Nadie puede imponer, en una democracia, su visión, ya que es de su esencia que se debatan todos los temas. Pero, seamos claros, votar a favor de la idea de legislar no significa abrir el debate.

Votar a favor de la idea de legislar significa decir que sí a legislar a favor del aborto; significa estar de acuerdo con aprobar alguna ley que permita terminar con la vida de aquel que aún está por nacer.  Y ese es un paso que, por lo menos yo, no quiero dar.

Esta es una discusión de aquellas que despiertan pasiones, justamente porque tocan convicciones muy profundas. Y, por lo mismo, es importante para la salud de nuestra democracia que seamos claros y transparentes en nuestros planteamientos.

Es así como se hace importante definir qué está primero: ¿la persona o el Estado? ¿la persona al servicio del Estado, o el Estado al servicio de la persona? Es evidente que la persona es anterior al Estado.  El Estado es la organización que nos damos los seres humanos, justamente, y en primera instancia, para darnos seguridad, para proteger nuestra vida. El Estado tiene, entonces, el mandato de defender y proteger la vida humana.

Por otro lado,  hay que dilucidar si es que las mujeres, como plantean algunos -y respeto la opinión, aunque no la comparto-, tenemos el derecho sobre nuestro cuerpo, a tal punto de poder interrumpir un embarazo. Si creemos que la vida que se desarrolla al interior de nuestro vientre es una extensión de nuestro cuerpo, entonces la respuesta lógica sería que sí, que podemos terminar con esa vida.

Sin embargo, si tenemos la convicción de que la vida que se desarrolla en el vientre materno es una vida distinta, es un ser humano único, entonces nadie tiene el derecho a terminar deliberadamente con ella.


Es más, si el Estado sanciona a una madre que mata a su hijo una vez que este ha nacido. ¿Por qué no debiera, entonces, el Estado penar a una madre que mata a su hijo mientras este se encuentra en el vientre materno? Esa nueva vida ¿no tiene el mismo derecho que los demás seres humanos a la protección de parte del Estado?.

Una de las frases que enreda y confunde esta discusión es el mal usado "aborto terapéutico". Cabe aclarar ¿qué es el aborto? Es la acción que busca terminar con la vida del que está por nacer al sacarlo del útero materno antes de que pueda sobrevivir fuera de él. Otra cosa muy distinta es cuando un médico tiene la obligación de salvar la vida de la madre y, por un efecto secundario, no buscado, pone en peligro la vida del niño que aún no ha nacido.

La ciencia y la tecnología nos han ayudado a que estos dos derechos colisionen cada vez menos. Pero está claro y lo han expuesto varios médicos que en caso que se deba salvar la vida de la madre y, por efecto del tratamiento, se afecta al feto, no hay dolo.  El debate real -por tanto- no se trata, entonces, de salvar o no salvar la vida de la madre, sino que más bien si creemos que la mujer tiene derecho a terminar con la vida del que aún no ha nacido.

Estoy convencida que nadie tiene derecho a terminar con la vida de otro, por muy tremenda que sea la situación que esté viviendo. Nadie es omnipotente. Nadie puede terminar con la vida de otro, menos creo, con la vida de un niño que aún no ha nacido. No somos las mujeres las que tenemos el derecho a decidir sobre la vida y la muerte.

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