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  Un estilo de hacer política con letra chica

  Por Jorge Pizarro, Presidente del Senado

3 de diciembre de 2010

ImagenLos resultados de la encuesta Adimark volvieron las cosas a su real dimensión. Se confirma además, que la credibilidad es un bien escaso que cuesta mucho cuidar. Todo parece indicar que esto es lo que le ha pasado al Presidente de la República y a su gabinete. Se acabó el efecto "33" y volvimos drásticamente a la realidad.

¿Cuál es esa realidad? Despidos masivos en el sector público y el intento de aprobar, a como dé lugar, un reajuste mezquino. Una errática forma de llevar las relaciones internacionales, en especial una tan delicada como con Perú, e ir a brindar con pisco peruano a Lima, en medio de una de las contiendas diplomáticas más serias por las que ha atravesado nuestro país. Una "Revolución Educacional" que terminó por demostrarse que también traía "letra chica" y que no guarda relación con las necesidades de la inmensa mayoría de los chilenos que requiere que se refuerce la educación pública.

También hay un evidente retraso en el proceso de reconstrucción en las zonas del terremoto de febrero que, además, no toma en cuenta a la ciudadanía afectada. Una desafortunada intervención en el tema del fútbol, donde el Presidente mantiene su conflicto de intereses con sus acciones en Colo Colo y el episodio que terminó con la posible partida del entrenador nacional Marcelo Bielsa. La manipulación de las cifras sobre pobreza que según la CEPAL, descendió en el periodo en que el Gobierno aseguró que subió. O cifras de creación de puestos de trabajo que en verdad guardan un fuerte aumento del subempleo, el empleo precario, por cuenta propia, sin previsión ni seguridad.

Todos estos eventos demuestran un estilo de hacer política basado en contar verdades a medias; con letra chica, con ciertas áreas grises que la ciudadanía va develando de a poco, pero que a la larga se transforman en nada más que parafernalia comunicacional. Caer diez puntos en aprobación es muy duro y preocupante, pero tal vez más grave es aumentar en diez puntos el nivel de rechazo. A la clase política le debe preocupar que la figura Presidencial, siempre tan respetada y valorada, sufra de manera tan evidente problemas de credibilidad.

La solución parece ser menos "puesta en escena" y más "trabajo en serio". El Gobierno tiene oportunidades importantes para revertir estos malos índices. Cuando llegue al Senado a buscar los votos para el reajuste del sector público -que a su vez es clave para dar las señales al mundo privado en materia de salarios- o cuando busque los votos para su "revolución" educacional, no puede hacerlo con la falta de diálogo y nula empatía que ha mostrado hasta ahora.

O busca esos votos con una actitud muy distinta, o se va a adjudicar tremendas derrotas políticas. Y lo más importante, debe dejar atrás la forma de gobernar sólo mediante anuncios; es esencial para la fe pública y para la credibilidad del sistema político que la gente pueda confiar y creer en sus autoridades. Pero ya lo hemos dicho muchas veces: la dignidad del cargo se gana de cara a la ciudadanía, respetando la palabra empeñada y haciendo exactamente aquello que se dijo que iba a hacer.

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