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Un primer paso descentralizador

Por Francisco Chahuán, senador por la Región de Valparaíso

23 de diciembre de 2016

Imagen foto_00000002Chile Descentralizado (Ex Conarede), obtuvo el compromiso de todos los candidatos a Presidentes de la República, desde las elecciones de 1999, de promover legislaciones descentralizadoras en documentos escritos y solemnes encuentros de regionalistas de todo el país en el Congreso Nacional.

 

Con aquello se buscaba lograr garantías con miras a alcanzar una real igualdad territorial, una integración efectiva a los esfuerzos nacionales de las hoy desaprovechadas capacidades humanas que existen fuera de la Región Metropolitana y obtener un mayor desarrollo y bienestar para todos. Es claro que la única manera de que exista una participación real, efectiva  y ordenada es un Estado descentralizado, porque la misma no es posible en uno como el actual.

 

Tras incumplimientos de compromisos y sucesivas frustraciones, el 4 de abril de 2014, volvió la esperanza porque la electa Presidenta Michelle Bachelet establecía la “Comisión Asesora Presidencial en Descentralización y Desarrollo Regional”, integrada transversal y geográficamente, con una metodología participativa que contemplaba encuentros en todas las regiones.  La propuesta de la Comisión, aprobada por unanimidad en la mayoría de sus recomendaciones, fue solemnemente recibida y aprobada por la Presidenta Bachelet en un repleto Salón de Honor del Congreso Nacional.

 

En su intervención, la Presidenta adelantó a sus ministros que debían colaborar sin restricciones en la implementación de la propuesta que contenía 10 medidas esenciales y 5 ejes de acción, todo desarrollado con gran claridad y en forma exhaustiva.  En la ocasión, emplazó directamente, quizá previendo lo que ocurriría, a los ministros de Hacienda y Obras Públicas y al Director de CORFO a colaborar y no poner trabas al proceso.

 

En cumplimiento de ese compromiso, con muchas dificultades desde dentro del Gobierno, de parlamentarios de todo el espectro político y de poderes fácticos que se benefician con el centralismo, el Gobierno presentó dos proyectos de ley, uno relacionado con transferencias de poder administrativo y otro,  sobre elección popular de Gobernadores Regionales (ex Intendentes Regionales).

 

Los regionalistas, siguiendo consejos de importantes especialistas extranjeros en descentralización y administración de territorios subnacionales,  concentramos  esfuerzos en la aprobación de la elección popular de los Gobernadores Regionales, aún a pesar de que nazcan con notoria falta de un mínimo de competencias administrativas y de recursos para cumplir sus tareas.  La razón es que existe el convencimiento de que esa situación será el impulso para comenzar en serio un traspaso de poder y recursos ante el reclamo y demanda de las Regiones en respaldo de sus autoridades electas.

 

​Esta semana fue despachada, por fin, la elección directa de los gobernadores regionales, que sin duda constituye la reforma de la estructura del Estado más importante de los últimos 30 años.

 

Esta va a permitir que sean las regiones las que fijen los lineamientos de su propio desarrollo, lo que es muy relevante pues la misma OCDE ha señalado que  para que Chile avance cualitativa y cuantitativamente debe desplegar el potencial de sus regiones.  Pues aunque algunos quieran ponerlo en duda,  esta reforma contribuye a eso.

 

Es evidente que lo anterior debe complementarse con el traspaso de competencias, la formación de masa crítica en las regiones y una descentralización fiscal  que garantice que los tributos de las actividades productivas con claro sello regional queden en los territorios donde éstas generan externalidades negativas.

 

Lo cierto es que éste -la necesidad de descentralizar este país- ha sido un discurso compartido y en el que ha quedado a la vista una incoherencia lamentable.

 

Sin embargo, hay que destacar que la tozudez de algunas posiciones no fueron suficientes para avanzar en un tema crucial, que nos permite mirar con expectativas el futuro, con la confianza en que hemos comenzado a dar pasos para que Santiago deje de ser Chile.

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