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Con voluntad nunca es demasiado tarde

Por Lily Pérez San Martín, senadora por la Región de Valparaíso

31 de julio de 2015

Imagen foto_00000016Es difícil saber cómo reaccionar frente a las señales que está dando el gobierno sobre la falta de recursos para financiar las grandes reformas que en su momento comprendían gran parte de su programa de gobierno.  Digo señales, con todo conocimiento, ya que hasta el momento no son más que eso.

 

No ha habido ninguna voz clara que precise la real situación económica del gobierno frente a los costos que significa, por ejemplo, la gratuidad en educación superior. Es más, varios expertos en políticas públicas, específicamente en el área de educación, señalan que reformas como esta requerirán hasta un 70% más de recursos públicos de lo que originalmente se pensaba.

 

Cuesta entender que el Gobierno, en su momento, haya elaborado, enviado y aprobado una reforma tributaria terriblemente mal pensada para la actualidad y características de Chile, prometiendo no sólo mejoras impositivas y mayor equidad, sino que recaudar lo suficiente como para implementar de manera holgada las reformas que según ellos, mejorarían la educación pública de nuestro país.

 

La reforma educacional, que en lo político tuvo un despacho “express” ,entiéndase por la postura unánime de la Nueva Mayoría sobre lo perfecta que era, con el tiempo ha ido mostrando lo que muchos hemos dicho desde un principio, es una reforma mal diseñada. Al igual que la Reforma Tributaria, donde el ejercicio por el actual oficialismo fue similar, reinó la tozudez por sobre el sentido común. Primó la ideología sesgada por sobre el bien común nacional. Reinó, lamentablemente, los intereses personales de un sector, por sobre el futuro de toda una nación.

 

Con un evidente aprovechamiento de la fuerza legislativa con la que cuenta en Gobierno, se crearon una serie de reformas (todas a puerta cerrada) que hasta el momento están demostrando ser tan mal diseñadas que ni siquiera se sabe cuánto costarán. Es más, la madre de las reformas, la tributaria, que pretendía juntar los recursos para financiar al resto, no sólo no ha cumplido ese cometido, sino que ha traído perjuicios paralelos tales como desaceleración económica, aumento de desempleo, aumento de inflación y una incertidumbre que tiene a los privados con un legítimo miedo a invertir.

 

No es primera vez que lo digo. Seguramente, quien me lea en este momento y me haya leído antes, recordará que he usado palabras como “tozudez” e “ideología sesgada” en más de una oportunidad al referirme al proceso en cual se han gestado, discutido y aprobado las grandes reformas prometidas por la actual administración. No es algo antojadizo, en lo absoluto.

 

Creo que ser oposición por inercia es un error en el que muchos caen, pero que yo siempre evito. Según mi percepción las oposiciones deben ser responsables y coherentes. Desde un primer momento he criticado estas reformas y lo he hecho presente no sólo entregando mi opinión, sino que votando en contra en el Senado todo lo que me parece que va por mal camino.

 

Ya estamos en lo que algunos denominan “el segundo tiempo” del gobierno en curso. Creo, sinceramente, que nunca es tarde para detenerse un segundo, mirar de frente y reconocer que lo que se está haciendo va por la senda equivocada. Espero, por el bien del Chile actual y sus futuras generaciones, que esta administración reconozca que las decisiones tomadas no fueron las adecuadas y abra la discusión a otros sectores, donde somos muchos los que tenemos buenas propuestas y una voluntad inagotable para aportar.

 

 

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