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  Creemos que es bueno sincerar las cosas

  Por Guido Girardi, Presidente del Senado

20 de enero de 2012

Hace algunas semanas, planteamos con mucha fuerza la convicción de que las fuerzas progresistas tenían que reagruparse para promover el debate sobre las reformas de fondo que el país necesita y para promover su punto de vista en estas cuestiones. Los progresistas creemos que, entre otras cosas, hay que cambiar completamente el sistema binominal, que nunca se adecuó a las tradiciones electorales y políticas chilenas, pero que ya, a estas alturas y tras 20 años de vigencia, ha demostrado que no representa para nada la manera en que las personas quieren tomar decisiones electorales. Los estudios muestran que el 75% de la población quiere cambiarlo.

Creemos también que hay que introducir mecanismos más directos de participación política, para abrir espacios a una nueva ciudadanía que quiere tener voz y presencia en la toma de decisiones. Creemos que es bueno sincerar las cosas y que quienes están de acuerdo en planteamientos de esta envergadura, se coordinen y trabajen juntos, formaran parte o no de la Concertación.

Por decir estas cosas, recibimos duras críticas desde la propia Concertación.  Nos parece bien y valoramos que la Democracia Cristiana haya  llegado a un acuerdo para impulsar reformas políticas con un partido de fuera de la Concertación.

Dado este escenario que nos plantea la Democracia Cristiana, ¿qué de extraño o de ilegítimo tiene que el progresismo concertacionista extienda sus fronteras hacia la izquierda, para levantar desde allí un proyecto que sume, que convoque, que abra la participación de todos? A mí me parece bien que la Democracia Cristiana defina mejor su posición en el espectro político y fortalezca su pertenencia al centro.

Sus propuestas van en un buen sentido, democratizar más el país, pero a mí me parecen insuficientes: hay que ir más a fondo y más allá en la redefinición de nuestro sistema político. Creo que se llega un poco tarde, pues la ciudadanía en su conjunto quiere más y no mejoras en esa losa que es la Constitución del 80.

Debemos tender hacia la convocatoria de una Asamblea Constituyente, en la que las chilenas y chilenos elijan a quienes mejor representan su idea de país para construir una Carta Magna que nos represente y estemos orgullosos de ella.

El progresismo tiene la obligación de generar un proceso de recuperación ciudadana que le permita tener fuerza en las decisiones más importantes que debe tomar la sociedad chilena. Esto implica establecer un nuevo trato y proyectar una nueva fuerza, donde quienes se sientan convocados tengan voz y voto en las definiciones que deba asumir una nueva coalición progresista.

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