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Desafíos ambientales

Por Pedro Araya, senador por la región de Antofagasta

30 de junio de 2017

Imagen foto_00000002La región de Antofagasta ha asumido -de forma inconsulta- una y otra vez las externalidades negativas de las principales actividades industriales de nuestro país, cuestión que ocurre en el desierto de Antofagasta, que es donde se emplazan las principales faenas mineras, y por cierto también en nuestras costas. Quienes han tenido la oportunidad de conocerlas, sabrán que se trata de una de las más bellas del país como lo es la bahía de Mejillones.

 

Ciudad puerto que debe convivir con empresas transnacionales, con creciente actividad industrial vinculada a la generación de energía, y que en varias oportunidades ha visto como se ha dañado seriamente el medioambiente del lugar, hasta el punto de transformarla en una zona de sacrificio de la actividad industrial de nuestro país.

 

El último capítulo fue la decisión de trasladar hacia ese hermoso lugar de mi región el buque “Doña Carmela”. Embarcación que ocasionó un grave derrame de petróleo en la comuna de Quintero en la región de Valparaíso.  Hecho que, además, motivó que fuera calificada como insegura y altamente contaminante. A lo anterior, se suma la irresponsabilidad de sus dueños quienes simplemente la dejaron abandonada a su suerte en el lugar donde provocó tanto daño al ecosistema.

 

            Esa misma nave, de dueños irresponsables, insegura y con registro de derrames, es la que hoy se encuentra abandonada en la bahía de Mejillones. Aquí es un rol clave el que debe tener el brazo del Estado a través de las autoridades medioambientales y una legislación moderna, acorde a los desafíos presentes. El ejemplo de lo sucedido con el Doña Carmela, es una muestra evidente de las lagunas y vacíos de la legislación que debe proteger al medioambiente, conteniendo herramientas mínimas para entregar respuestas concretas y eficientes, que permitan un actuar preventivo y de esa forma entregar una certera protección a uno de los derechos humanos más esenciales.

 

No resulta entendible para quienes vivimos en la región de Antofagasta ser percibidos como una zona permanentemente castigada, o que es mirada con desdén por parte del gobierno. Y, por sobre todo, no se puede alentar la falsa encrucijada entre respeto al medioambiente y progreso. Ambos conceptos deben caminar de la mano, no hay progreso posible, sin un irrestricto apego a normas y convenciones internacionales, legislación interna e incluso buenas prácticas que cautelen el medioambiente. El mundo moderno demanda una mirada distinta, y reclama por cierto sustanciales modificaciones legales, que permitan adecuarnos a los desafíos de hoy, donde las zonas grises, son espacios propicios para los abusos empresariales y los daños ambientales.

 

Resulta imperativo que se busque una solución inmediata a la falta de respeto que se ha incurrido colocando ese buque en Mejillones. Mientras esperamos el rol fiscalizador de la autoridad medioambiental nosotros seguiremos adelante con una lucha que busca colocar a la región de Antofagasta donde se merece y no donde la irresponsable actividad industrial nos tiene, como el patio trasero de Chile.

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