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Las reformas socialistas de Bachelet

Por Iván Moreira, senador por la Región de Los Lagos

21 de noviembre de 2014

Imagen foto_00000016Algunos han dicho que este gobierno no tiene rumbo o que sus reformas no se saben para dónde van. Quienes piensan eso les puedo decir que están equivocados. Este es un gobierno con objetivos claros: instalar un Estado socialista en Chile que perdure más allá de un solo gobierno. Por eso también necesitan modificar el sistema electoral. Esta transformación la están haciendo de manera silenciosa, simulada. El gobierno trata de aparentar que quiere dialogar o llegar a acuerdos. Pero no es más que una pantalla. Las reformas que el gobierno ingresa al Congreso vienen amarradas y buscan instalar un nuevo modelo de desarrollo y cultural en Chile.

 

El principal beneficiado del modelo que impera en la actualidad han sido todos los millones de chilenos que antes estaban bajo la línea de la pobreza y que hoy forman parte de la amplia clase media chilena. Ahora serán los primeros perjudicados producto del desarme del modelo. No es casualidad que las encuestas han empezado a reflejar de manera acelerada un descontento hacia el gobierno y la Presidenta Bachelet. Por primera vez el porcentaje de aprobación hacia la Presidenta (45%)  es más bajo que el de rechazo (47%) y todas sus reformas están siendo mal evaluadas como también la seguridad ciudadana (encuesta Adimark).

 

En sintonía con esta encuesta han estado los sectores más razonables de la ex Concertación que han expresado su preocupación por las transformaciones que está imponiendo el gobierno. Así fue que prácticamente todos los ex ministros de Hacienda de la concertación criticaron la nefasta reforma tributaria del gobierno, como los señores Foxley, Aninat y el propio Velasco; destacados miembros de la Concertación han manifestado su rechazo a la reforma educacional, como la ex ministra de esta cartera, Mariana Aylwin, o en materia de crecimiento en infraestructura y participación de privados en el desarrollo del país, tras los dichos del ex Presidente Ricardo Lagos, o el mal manejo político del gobierno tras las críticas del ex Ministro del Interior Edmundo Pérez Yoma. Y las molestias vienen bien fundadas.

 

La reforma tributaria ya generó un clima anti crecimiento que ha llevado a que nuestra economía tenga proyecciones de crecimiento para este año de un 1,8% (contra el 5,2% promedio del gobierno del Presidente Piñera); la inflación va en aumento; el desempleo sube (ya se han perdido más de 120 mil puestos de trabajo, versus el millón de empleos que se crearon en el gobierno anterior); la inversión privada se estancó; la delincuencia aumentó y la última encuesta Adimark muestra que el manejo de la seguridad ciudadana del gobierno tiene un 76% de desaprobación; un 61% de rechazo por la conducción del gobierno en materia educacional; más de 100 mil apoderados de familias de clase media salieron a la calle a marchar en Santiago en contra de la reforma educacional etc.

 

Sin embargo, la Presidenta y su gobierno no se inmutan frente a estos reclamos que provienen, no solo de la oposición, sino que de la clase media y de la ex Concertación. Pero no se ha escuchado ninguna autocrítica. Ni ha habido instrucciones para que los ministros y el gobierno cambien el rumbo. Por el contrario, se ha pedido a los ministros que trabajen más para introducir estas reformas. Y la razón es muy simple. Este segundo gobierno de Bachelet con el Partido Comunista quiere imponer un Estado Socialista en Chile. Y para lograr tal propósito tienen que desmantelar el sistema de desarrollo y cultural que hoy tenemos. Mientras tanto, la clase media será la primera en sufrir las consecuencias de estas transformaciones. Pero para la élite política gobernante, estos son los costos que hay que asumir para poder concretar lo que alguna vez soñó realizar el gobierno socialista de Allende. 

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