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Nunca más el derrumbe de la democracia

Por Camilo Escalona, senador por la Región de Los Lagos

6 de septiembre de 2013

Imagen foto_00000012El clima de recriminaciones mutuas que se ha generado por la participación o no en un acto organizado por La Moneda, se aleja mucho de lo que debiese ser un intercambio de opiniones constructivo sobre las lecciones que arroja la tragedia del 11 de septiembre y años posteriores en nuestro país.

 

Creo que el derrumbe de la democracia, la memoria de las víctimas, exige más que simplemente una pugna de una retórica de bajo nivel.

 

Siento dolor por lo que pasó el 11 de septiembre. Mis amigos fueron los que murieron. Los tribunales de Justicia acaban de aclarar el asesinato de mi compañero de banco, Eduardo Muñoz Tapia, asesinado por DINA en agosto del año 1974, lanzado al mar, devuelto por las olas, gracias a lo cual su familia pudo tener su cadáver y sus restos. Después de tantos años, 39 años, los autores han reconocido la autoría del crimen. De manera que estos acontecimientos son demasiado trágicos, demasiado dolorosos.

 

El sacrificio del Presidente Allende, de morir en La Moneda, para no doblegarse ante la asonada golpista, requiere desde mi punto de vista, el primer lugar, respeto a su memoria y a la del conjunto de las víctimas y una disposición de todos los actores para, si es en beneficio de la democracia para que nunca más vuelvan a ocurrir acontecimientos tan brutales, tener la disposición de pedir perdón.

 

Participé de las luchas estudiantiles de aquel entonces. No me siento responsable, en lo personal, de la tragedia, porque tenía 18 años y escaparía con mucho a las posibilidades de una persona de esa edad tener una gravitación determinante en los acontecimientos políticos de entonces.

 

Pero yo fui parte de la polarización. Los movimientos sociales de entonces fueron también afectados por la división que se produjo.

 

En cuanto a dirigente estudiantil, participé de una confrontación que escapó de control. En lo que a mí cabe, tengo la disposición de ánimo de pedir perdón en lo que a mí pudiese afectar y en lo que pudiese ser una responsabilidad personal en tan dolorosa tragedia.

 

Sin embargo, pienso que lo esencial es que las fuerzas políticas –que son las que permanecen porque los gobiernos pasan y los partidos quedan- los partidos políticos debiesen ser capaces de aunar criterios, fuera en conjunto o por separado, para decir “nunca más” vamos a ir a una confrontación irracional y odiosa como aquella y nos vamos a empeñar en consolidar y profundizar la democracia, para que nunca más esta se pueda derrumbar. Más que las recriminaciones mutuas, creo que eso sería lo mejor para Chile.

 

Hay que hacer el compromiso de restablecer y fortalecer la unidad de los demócratas chilenos, como una cuestión privilegiada de cualquier estrategia política y mantener niveles de entendimiento del conjunto del sistema político –izquierda, centro y derecha- con el propósito que la irracionalidad de  una confrontación que se transforma en un enfrentamiento sin límites, nunca más vuelva a ocurrir en nuestro país.

 

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