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Un horizonte de salida

Por Juan Antonio Coloma, senador por la Región del Maule.

30 de mayo de 2013

Imagen foto_00000014Fue hace 9 años cuando se planteó originalmente el envío de tropas chilenas al extranjero y ahora que se propuso prorrogar su estadía en Haití por un año más, se deben hacer algunas reflexiones al respecto.

 

Primero hay que valorar lo que ha sido la acción de las Fuerzas Armadas de Chile durante este período. Creo que todos sentimos orgullo respecto de cómo han cumplido la tarea que les fue encomendada por parte de los distintos Presidentes y este Senado en Haití, en condiciones muy difíciles.

 

Pero en esta oportunidad no solo se pide una nueva prórroga de la presencia en Haití, sino que se hace por razones distintas a las anteriores. Y eso me genera una profunda preocupación. Originalmente se nos dijo que las tropas chilenas en Haití eran indispensables para evitar un genocidio. Al año siguiente, porque había que consolidar una elección. Posteriormente, se señaló que había que consolidar la democracia, ya que si bien había habido elecciones y se había evitado el genocidio, había una situación de dificultad en materia de seguridad que ameritaba la mantención de las tropas chilenas en dicha nación. Posteriormente,  se dijo que hay que mantener la institucionalidad.

 

Ahora, la explicación es un poco más compleja, en el sentido de que hay que consolidar la situación en Haití y se establecen cuatro características especiales: desarrollar la capacidad de la policía de Haití; el Estado de Derecho y Derechos Humanos en dicho país; el fomento de la capacidad electoral de Haití, y el avance sobre cuestiones de gobernanza. Así lo señala el plan de consolidación de la MINUSTAH, que es el organismo rector en esta materia.

 

En tanto, hay un informe que se nos envió por parte del Gobierno y de las Fuerzas Armas que señala que “el período transcurrido desde la última autorización de permanencia de tropas nacionales en MINUSTAH se ha caracterizado por avances irregulares en los objetivos de la misión y un nuevo estancamiento del proceso político en Haití”.  Agrega que “no se ha avanzado en la celebración de elecciones locales y parlamentarias pendientes desde 2012” y que “tampoco se han tomado medidas para fortalecer las instituciones claves del estado de derecho, no se han apoyado leyes fundamentales ni mejorar las condiciones socioeconómicas”. Y dice al final que “este clima hizo imposible el avance en el fortalecimiento de las instituciones del estado de derecho, la aprobación de legislación clave y establecimiento del Consejo Electoral”.

 

Creo que esto es importante verlo a fondo. Aquí hay una señal de los objetivos no se están cumpliendo y adicionalmente, la ayuda internacional de países importantes se ha ido retirando, con lo que tenemos un doble problema.

 

Tengo la convicción de que nosotros jamás debemos abandonar Haití. Nuestra responsabilidad internacional en un mundo globalizado tiene que estar siempre presente, pero soy de aquellos que piensa que la mejor manera de hacerlo no necesariamente es manteniendo la misma forma en que lo hemos hecho en los últimos años y que por responsabilidad de Naciones Unidas, a mi juicio, no han tenido el éxito ideado.

 

Son 24 millones de dólares que le cuesta a Chile esto cada año. Son nueve años y estaremos hablando de 200 millones de dólares. No es cosa de andar mirando la billetera cuando se requieren realmente acciones sociales o acciones humanitarias, pero es parte del deber nuestro, ver cómo podemos utilizar mejor esos recursos y cómo podemos también darle un mejor sentido a esta salida de tropas.

 

Si bien iba a votar en contra de una nueva prórroga, me abstuve luego de que el Ministro de Defensa ha garantizado que efectivamente hay una comprensión respecto de la necesidad de ponerle un fin, o por lo menos un tránsito. Estoy convencido de que hay que girar la forma de enfrentar el problema de Haití por la comunidad internacional, en donde no son necesariamente las Fuerzas Armadas quienes deben cumplir el rol fundamental, sino que colaborar con la nueva institucionalidad, que tiene que ver con temas sociales, económicos, y terminar con esa especie de estado fallido.

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